lunes, 8 de abril de 2013

parientes del mar

Marina se llamó mi abuela. Murió hace diez años. Junto con mi abuelo habitaron varios pueblos de la costa de Chiapas. Se dedicaron, entre otras cosas, a la pesca del camarón. De pequeño pasé muchos días entre esas casas de palma y patios sin fronteras. Ahí aprendí a pronunciar, sin titubeos, la palabra atarraya.

Mi madre me llevaba a pasar las vacaciones escolares. Siempre me latieron los colores vivos de las canoas y el sonido que logra el agua cuando avanzan. La luz de les seis. Nunca entendí por qué los ojos de uno son más pequeños en esos lugares.

Crecí y crecieron también mis ganas de atrapar nostalgias en el tiempo. Soy fotógrafo. Cada que puedo retorno a las playas en busca de imágenes. Imágenes donde pueda encontrar los pasos de Marina navegando la mañana y del aire que hacía mi abuelo al hamaquearse por las tardes. 

¿Será acaso la fotografía la imagen viva de lo que ya no está o la imagen muerta de lo que aún existe?

Quizá la repuesta se  haya borrado de la arena o viaje pegada a la cáscara de un balón pateado por un niño asoleado. Qué importa. Hoy sé por qué me gusta tanto, un chingo, mirar hacia el mar. 

3 comentarios:

  1. La mirada que trae el juego de abrir el placard de la memoria. Vos tenés talento para ser contemplador del mar, ese espejo infinito de uno mismo.

    Un abrazo.

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  2. yo digo que la fotografía es nostalgia, memoria, camino para recoger los propios pasos...

    abrazo y una playa...

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  3. Me recordó a Joaquín Vásquez; el mar, las lanchas y las atarrayas son los elementos principales.

    Saludos Yisus.

    Fausto.

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